En lo alto del castillo de Curiel, en las estancias nobles, habita un caballero de talla tan grande como su corazón.
Además, se que cuando lea el principio de esta crónica le va a dar un ataque de algo, porque detesta las cosas cursis y ñoñas y, con semejante frasecita, seguro que estará vomitando el desayuno por las almenas.
Fuera bromas, el bueno de Jesús quiso regalare a los zagales del pueblo nuestra actuación y nosotros, que a este tipo no sabemos decirle que no, para allá que nos fuimos con nuestra carroza y nuestro pendón, a la toma del baluarte.
El castillo de Curiel se ha reconvertido en una "residencia real", con piscina en la torre del homenaje y para homenaje el que nos dimos nosotros alli, humildes titiriteros, deslumbrados por tanta opulencia. El jefe de cocina del castillo nos preparó un arróz para saltarse las lágrimas (ya saben ustedes que en Popopopo sentimos una especial predilección por arroces y paellas) y desde aquí le mandamos nuestro más sincero agradecimiento.
El vino, de la bodega de Jesús, "Viejo Coso", realmente estupendo y la sensación de contemplar el mundo desde cientos de años de historia, inigualable.
Actuamos en la plaza del pueblo, para un público desconcertante. Digo desconcertante porque, durante las horas previas a nuestra representación, los animadores y monitores de la fiesta infantil habian estado jaleando a una trintena de fierecillas y, cinco minutos antes de arrancar con el show, los peques se estaban batiendo a golpe de pistola de agua, cosa que nos preocupó sobremanera ya que pensábamos que iba a ser imposible mantenerlos sentaditos y atentos despues de semejantes previos.
Sin embargo ha sido uno de los públicos más respetuosos y más educados y cariñosos que hemos tenido y yo me quitaría el sombrero ante ellos, pero no tengo, solo tengo una gorra de lana con flores bordadas, y me descubro.
Tras la función, subimos a cenar al castillo, acompañados de los gatunos de "Soldegato" y de Perico y Carmen, unos buenos amigos de Valladolid que nos regalaron su compañia aquella noche.
Despues de una larga sobremesa, una duchita y al baile, que siendo las fiestas en Curiel, no podíamos quedarnos en la cama.
El pueblo lleno de gente con ganas de fiesta, nosotros alternando con todo el mundo, incluso con un matrimonio de lo más peculiar que se nos juntó durante un buen rato y con quienes terminé bailando sevillanas...o algo parecido.
La horas pasaban rápidas y a eso de las seis de la mañana se nos acercó un tipo encantador, un tal "Dani", que nos invitó a conocer su bodega y claro, para allá que nos fuimos.
Impresionante la bodega de este muchacho, una auténtica preciosidad donde, además, escondía un vino casero para caerse de nalgas.
Pasamos un ratejo estupendo con Dani y al salir de la bodega, despues de dar buena cuenta de alguna botellita de caldo de la Ribera del Duero, nos encontramos con el astro sol luciendo generosamente y con Jesús, el "señor del castillo" gobernando su carromato de nueve plazas, arrastrado por más doscientos caballos.
A la cama, que son las ocho de la mañana y ha sido un día perfecto.
"¡Pues ahí nos veréis!, con una caravana roja y un coche lleno de lunares, viajando de pueblo en pueblo, por Castilla y León, llevando títeres, instrumentos musicales y mucha, mucha ilusión a precio de risa para que el teatro llegue allá donde nos llamen. En esta edición superaremos un nuevo reto: conseguir un montón de títeres que ayudarán a sonreir a unas cuantas niñas de Nicaragua..."
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