Ya voy teniendo una edad, exactamente treinta y siete primaveritas, aunque con el complejo del eterno adolescente tan desarrollado que tengo, cualquier prueba de edad mental no pasaría de los dieciseis.
Y como es lógico, no había manera mejor de celebrarlo que actuando con Títeres en ruta.
En Aldeamayor nos esperaba Quique, programador cultural del pueblo y amigo de nuestra causa, quien se presentó con un look de lo más remozado y con una sonrisa enorme, como siempre.
Actuamos a las 22,30horas y lo cierto es que el show gana en magia con la noche y los focos y toda la parafernalia luminiscente.
Poco a poco la gente de las terrazas de alrededor se fue acercando a ver el show y en unos minutos se concentró en la plaza una multitud de personas con quienes lo pasamos fenomenal.
Entre el público, Reyes, nuestra gestora, que se vino a Aldeamayor con su hermana y sus sobrinas, y una de estas, nos hizo entrega de un títere confeccionado por ella misma y que viajará en unos meses a Nicaragua.
Hasta Aldeamayor se acercaron un montón de buenos amigos con quienes, al terminar la función, celebramos tan señalada fecha y en menos de lo que canta un gallo, montamos nuestro tenderete titiriteril en medio del paseo de las piscinas.
Tinto de verano, cervezas, jamoncito rico, ensaladilla (de la madre de Josele), queso, sandía y un montón de cositas para agasajar a nuestros invitados.
A los postres, pacharán y whisky, porque en ocasiones como esta, es una delicia tomarse una copita con los amigos.
Un buen rato, una buena conversación, alguna Vespa y mucho, mucho teatro, porque la vida es una función y el mundo es un escenario y yo, la verdad, quiero morir siendo el eterno secundario cómico.
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